sábado, octubre 08, 2011

CONTAGIO; un plausible fin del mundo


El cine actual nos tiene más que acostumbrados al fin del mundo. Al final del siglo XX se ha unido el horror del terrorismo internacional que vivimos con la entrada del XXI, el miedo a nuevas enfermedades contagiosas de las que no habíamos oído hablar antes (vacas locas, gripe aviar,…), la inestabilidad política en algunos países árabes, la crisis económica,… Todo ello se refleja en las películas en forma de catástrofes y situaciones apocalípticas. Sin embargo, la gran mayoría de ellas narran sus historias cuando el fin del mundo ya ha tenido lugar o está sucediendo en ese mismo momento, ya sea con catástrofes nucleares, ecológicas, plagas de muertos vivientes o cualquier locura imaginable. En ellas la narración está siempre focalizada sobre un grupo de supervivientes que deben apañárselas en un entorno distinto donde sus habilidades sociales y las leyes que imperaban en su civilización ya no valen nada.

Contagio plantea una situación similar pero justo antes de que ésta se produzca. Es decir, narra como a partir de un determinado suceso la civilización tal y como la conocemos comienza a desmoronarse. Esto la hace prácticamente única dentro del, como decía, enorme plantel de películas apocalípticas que nos han estado llegado ya que, en lugar de arrancar con el siempre socorrido sistema del what if, el guión debe cubrir todo el proceso desde la situación inicial de normalidad hasta el caos final y además hacerlo desde distintos puntos de vista. Y esto último es precisamente su mejor baza y la que justifica el impresionante casting que participa en el film.

La película comienza con el regreso a casa de una mujer que ha estado de viaje de negocios en Hong Kong. Sin previo aviso, con muy pocos síntomas que pudieran avisar de estar gravemente enferma, la mujer sufre un ataque y ha de ser hospitalizada. Su marido debe enfrentarse a las pocas horas a la muerte de su mujer y, lo que es peor, al inmediato contagio de su hijo que también muere en pocas horas. Así de contundente es el arranque de la película a partir del cual la trama principal se ramifica en distintas líneas cuyo nexo común es precisamente el imparable contagio de la enfermedad. Así podemos seguir al mismo tiempo los avatares de los modernos medios de comunicación y su enfoque de la situación desde el punto de vista de un blogger de moda que no tiene inconveniente en manipular la información con tal de satisfacer a sus hambrientos followers, a una responsable del gobierno americano que debe enfrentarse a una situación de secuestro por parte de un grupo de aldeanos en oriente que quieren ser los primeros en ser vacunados, a uno de los principales mandos del Centro de control de enfermedades a quiénes se le plantean distintos dilemas éticos debido a su privilegiada posición y al conocimiento de dicho privilegio por parte de quienes le rodean, a un bacteriólogo que trabaja en una gran empresa farmacéutica y que, pese a su talento, se ve apartado de la investigación por problemas de seguridad,… Y éstos son solo algunos, de los distintos personajes que podemos seguir y que nos ofrecen, cada uno de ellos, una visión concreta de una parcela concreta del problema global al que todos se enfrentan.

El trabajo de montar una historia coral como ésta sin que el interés decaiga en ningún momento y donde ninguna de las historias pese mucho más que las otras es un mérito que debe recaer sobre Steven Soderbergh, director del film, que ya se las había visto en una situación similar hace años con la multipremiada “Traffic”. Además, y sin duda es otro de los grandes aciertos de la película, la representación de toda la situación y la reacción que los personajes tienen ante la que se les viene encima era campo abonado para que, en manos de cualquier otro, el film hubiera derivado hacia un ejercicio de espectacularización que le restara credibilidad, hacia un drama lacrimógeno de media tarde o, en el peor de los casos, a un ensayo sobre medicina y epidemiología a lo Robin Cook. Pero Soderbergh mide muy bien los tiempos y las situaciones a las que se enfrentan sus personajes dosificando los momentos de tensión extrema y sin regodearse en ninguno de los sucesos que más se prestaban al abuso ya fuera técnico o sentimental que hubieran perjudicado la credibilidad del film. El caos en el que se va sumergiendo la ciudad de San Francisco en la que vive el personaje que interpreta Matt Damon, por ejemplo, es mostrado en muy pocas ocasiones y siempre a ras de suelo; calles vacías donde se acumula la basura sin que nadie la recoja, casas cerradas en la que los móviles son el único medio de comunicación y cada vecino se ha vuelto un sospechoso de estar infectado, supermercados y farmacias que son desvalijados por todo tipo de ciudadanos a la búsqueda de una posible cura, etc,…
Resulta difícil evaluar quiénes salen peor parados si hacemos balance global de lo visto en la película. ¿Los políticos? ¿Las empresas farmacéuticas? ¿Los medios de comunicación? ¿Los ciudadanos en general? Todos aportan su dosis de irresponsabilidad y error humano. Tanto es así que es difícil no sentirse identificado con cada uno de los personajes que se pasean por la película, sean estos del nivel social que sea y tengan el trabajo que tengan, porque por encima de todo eso y dada la situación tan dura que están viviendo, lo único que reflejan es humanidad, con todo lo bueno y lo malo que ello pueda significar.
Si debo destacar algo que no me gustara de la película tendría que nombrar las normas de prevención que los responsables del centro de control de enfermedades facilitan a los medios de comunicación: lavarse con frecuencia las manos, no tomar alimentos crudos, no estrechar la mano a los demás,…
¿No les suenan de algo?

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