jueves, octubre 14, 2010

VANISHING ON 7TH STREET; Brad Anderson y la oscuridad


Brand Anderson es el mejor ejemplo de director de cine ligado a festivales especializados en fantástico; siempre llama la atención con sus películas, suele hacer acto de presencia, si defrauda siempre es a medias y, lo más importante, fuera del circuito de certámenes sus películas apenas si tienen éxito o trascendencia. Le ocurrió con su sugerente “Session 9” en la que lo daba todo para convertir en protagonista de su historia a un viejo hospital psiquiátrico abandonado, volvió a suceder en “El maquinista” de la que nadie recuerda gran cosa salvo que su protagonista, Christian Bale, adelgazó no se cuantos kilos para el papel, y tiene pinta de que le sucederá lo mismo con esta apocalíptica película que tiene concomitancias con “El incidente” de M. Night Shyamalan.

“Vanishing on 7th street” narra la historia de cuatro personajes que, tras un extraño incidente que hace desaparecer a toda la población de una ciudad, se refugian en el mismo bar, que en ese momento es el único lugar seguro que queda debido a que dispone de un generador eléctrico que aún funciona. Pero esto no es “Shawn of the dead”. Los cuatro protagonistas no escapan de zombies ni son unos bobos friki-amigos de toda la vida. Los protagonistas de esta película tratan de escapar de un ente tan abstracto como la oscuridad misma que se ha apoderado de la ciudad (o del mundo) y que, si te alcanza, te hace desaparecer dejando como única muestra de tu existencia tu ropa y pertenencias. No se trata pues tampoco de criaturas que se oculten en la negrura como en el videojuego Alan Wake de reciente aparición o la película de Frank Darabont "La niebla", aunque en aquella la oscuridad fuera blanca. Aquí es la propia oscuridad, la ausencia de luz, el enemigo.

Así pues, la última de Brad Anderson se une a la moda de las películas apocalípticas con un toque de survival y mucho misterio. La pega, si es que lo es, está en que el origen de esta extraña oscuridad no se explica en ningún momento y la historia se centra únicamente en saber si los personajes lograrán escapar de ella o si serán absorbidos como todos lo demás a su alrededor.
Esta ausencia de explicaciones me recuerda mucho al final de “Perdidos” pero no voy a entrar ahora en eso… ¿verdad?

El punto fuerte de la película vuelve a estar en la facilidad con la que Anderson, pese a su juventud y su corta filmografía, crea atmósferas y ambientes de suspense y terror que nos hacen mantenernos pegados a la butaca. Sin recurrir a efectismos ni a secuencias grandilocuentes (la ciudad vacía o el avión estrellándose son las pocas concesiones al cine espectáculo que se permite), Anderson consigue que el espectador se centre en averiguar qué está pasando dejándole un gran margen (algunos creerán que demasiado) sobre el que teorizar.
Supongamos por ejemplo que, en realidad, los personajes de la película no fueran sino eso mismo, personajes de una película, de una que se está acabando, y la oscuridad no fuera sino el proyector dejando de trabajar, haciendo desaparecer el mundo que creaban los rollos de fotogramas pasando a toda velocidad ante la luz, ante una luz que ya no está allí para darles vida. Quizá por eso los protagonistas se repiten a si mismos: ¡Existo! ¡Existo! con la misma desesperación con la que John Trent negaba ser un personaje de novela en “En la boca del miedo” de John Carpenter. ¿Se trata entonces de una metáfora sobre el cine mismo? ¿Sobre la narración audiovisual? Es curioso, cuando menos, que dos de los personajes principales trabajen en el medio. El que interpreta Hayden Christensen es presentador de noticiarios en la televisión y al que da vida John Leguizamo es proyeccionista en un multisalas.
Pero esta es solo una teoría con la que se puede estar o no de acuerdo y en absoluto una explicación definitiva a la situación que se nos plantea en el film.

Pero no lancemos las campanas al vuelo. Como ya indicaba al comienzo de esta entrada, Anderson acostumbra a defraudarnos aunque sea a medias y esta película no es una excepción. Sus múltiples lecturas pueden ser tratadas como una virtud (para aquellos a los que les gusta hacerse preguntas y que no les den las cosas mascadas) o como un defecto (para los que quieren las cosas claras). Además, una vez los personajes se reúnen en el mencionado bar la fluidez de la narración baja en intensidad y los intentos de la oscuridad por penetrar en el refugio se vuelven reiterativos, y eso a pesar de haber tenido el acierto de reservar diversos flashbacks de los personajes para intercalar entre esos intentos.
Con la que está cayendo en el Festival concluiré con que al menos “Vanishing on 7th street” se desmarca de la línea apocalíptica actual con un proyecto que pretende llegar un poco más lejos y que en líneas generales lo consigue. Lástima que el exceso de cripticismo en la historia y el minimalismo de la puesta en escena pueda interpretarse como una tomadura de pelo. Como con “Perdidos”. Pero no vamos a hablar ahora de eso… ¿verdad?

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