lunes, marzo 30, 2009

UNDERWORLD, RISE OF THE LYCANS; A buenas horas...


La razón por la que acabé viendo esta película, después de haber dicho por activa y por pasiva que no lo haría, merece una explicación, así que allá va.
Hace ya unos cuantos años que estrenaron “Underworld”. En aquel entonces, recuerdo que entré en la sala de cine con mi mujer sin pensar demasiado en que película estaba a punto de ver. La seleccioné sencillamente porque el cartel me llamó la atención y la sinopsis me recordaba en cierta medida al “Mundo de Tinieblas” creado por “White Wolf” y que, en aquellos años, todavía me comía un poco la cabeza. Desconocía quién era su director y, de su protagonista, Kate Beckinsale, apenas hubiera podido decir nada más allá de que parecía estar bastante buena.
El resultado de aquella experiencia fue una gran decepción y un dolor de cabeza no menos grande. No es que la película me pareciera un auténtico bodrio pero estaba claro que a los responsables del film les interesaba mucho más hacer una película de acción al rebufo de “Matrix” que de narrar los entresijos del oscuro mundo que se esconde en las góticas ciudades del “Mundo de Tinieblas”, con las que, aclarémoslo ya, poco o nada tenía que ver más allá de la convivencia de vampiros y hombres lobo librando una batalla secreta al margen del conocimiento de los humanos.
Fue curioso pero, años después cuando se estrenó Underworld 2, se produjo una situación muy similar y, aunque tanto yo como mi señora esposa estábamos convencidos de que la primera no nos había gustado, pagamos la entrada y volvimos a la carga. El resultado no pudo ser peor. Realmente aquella infame (esta sí que sí) película, nos convenció de que la franquicia creada por Len Wiseman no era sino un puro espectáculo vacío sin absolutamente nada interesante que contar.
Así pues, cuando se estrenó hace un par de semanas esta “Underworld: Rise of the Lycans” ni se nos ocurrió hablar de ir a verla. Estaba claro que no lo haríamos. Pues hete aquí que los pocos conocidos que la fueron a ver empezaron a decirnos que no estaba mal, que las críticas que circulaban por Internet no la dejaban del todo mal y, ya el colmo, hasta mi revista de cine de cabecera la ponía medio bien. ¿Qué podía hacer? ¿Tenía que verla o mantenerme en mis trece? En fin, pues llegué a una solución de consenso conmigo mismo: la veo pero no pago por verla. Y aquí estamos.

“Underworld: rise of the lycans” funciona como una precuela de las anteriores películas y en ella se narra la historia de Lucian y Sonja, un licántropo y una vampira que desencadenan la guerra entre las dos especies al no renunciar al amor que sienten el uno por el otro.
Es curioso que algo tan simple y tan manido como pueda ser la premisa anterior sirva para plantear la que es, sin duda, la mejor de las tres películas de la saga. Y todo ello renunciando al que era el principal atractivo de las otras (sin mencionar a la Beckinsale, claro), el que la acción se desarrollara en la actualidad con la mezcla entre goticismo, tecnología y tribalismo que conllevaba.
Por desgracia, decir que “Underworld:Rise of the lycans” es la mejor de las tres películas tampoco es que sea decir demasiado. Como sus predecesoras, la cinta adolece del mismo mal. Se prima en demasía el espectáculo a costa de un desarrollo mucho más profundo de las tramas y de los personajes que quedan reducidos, en su mayoría, a unos pocos esbozos que los convierten en poco menos que caricaturas. Se desaprovechan así interesantes líneas de guión como pueda ser todo lo relacionado con la nobleza vampírica y sus siniestras relaciones con la nobleza humana, las traiciones entre los clanes representados en el consejo vampírico y hasta el horror de los humanos que son secuestrados para ser convertidos en bestias esclavas (resulta realmente desconcertante la calma con la que todos ellos asumen su destino después de haber sido mordidos).
Si toda esa espectacularidad se tradujera en un delirio de efectos especiales de primera categoría o en sensacionales secuencias de acción a lo John Woo pues a lo mejor valdría la pena haber pasado de trabajar más el guión pero… es que tampoco es así. Los combates entre vampiros y bestias se desarrollan con tal frenesí que apenas se entiende nada. Cámaras lentas se alternan con montajes aceleradísimos de planos y más planos en los que tan solo se ven miembros cercenados, chorros de sangre, relucir de espadas y garras peludas. Y por supuesto todo ello pasado por el omnipresente filtro azul que acompaña todos y cada uno de los planos y que, de tan repetitivo, deja de cumplir con su supuesta función (transmitir la frialdad del ambiente en el que se desarrolla la mayor parte de la historia; el castillo de los vampiros).
Dicho todo esto aceptemos que la película mantiene un ritmo agradecido en el que cuesta encontrar un minuto de aburrimiento, que se beneficia además de una duración muy ajustada y razonable ante el escaso empaque de lo que se narra (ochenta y pocos minutos), que sus actores realizan un trabajo aceptable a pesar de que no haya demasiado con lo que trabajar y que Rhona Mitra ya se las hubiera visto recientemente con hombres lobo en la muy prescindible “Skinwalkers” (que parece que le ha cogido gusto al tema) y dejara clara sus limitaciones para esto de la interpretación. Aceptemos también que la película cuenta con al menos un par de momentos de cierta densidad dramática; el de la ejecución de la vampiresa (que le debe mucho a “Entrevista con el vampiro”) y el de la huída final de los licántropos con ese Víctor desafiante desde una almena al límite de ser carbonizado.

Resumiendo, que sí, que de acuerdo. Que no está mal, pero que se puede hacer mucho mejor a poco que haya un poco de ganas de huir de la fórmula. No olvidemos que el goticismo ha dado películas geniales sin tener que prescindir de las escenas de acción como parte fundamental de la narración. Ahí está “El cuervo”. ¿O no?

domingo, marzo 15, 2009

SLUMDOG MILLIONAIRE; ¿Quién quiere ser desgraciado?


Al principio se llamaba “50x15”, en alusión a los cincuenta millones que te podías llevar si contestabas quince preguntas correctamente. Más tarde, pasó a llamarse “¿Quién quiere ser millonario?” que era el nombre con el que se conocía al concurso en todo el mundo aunque, las reglas seguían siendo las mismas; contesta quince preguntas tipo test (con cuatro respuestas posibles) y con la única ayuda de tres comodines, el de la llamada de teléfono, el del público y el del cincuenta por ciento.
La historia que se nos cuenta en “Slumdog millionaire” (literalmente “Perro barriobajero millonario”) es la de un pobre miserable nacido en los suburbios de Mumbai que, después de una vida llena de penurias, delincuencia y desgracias, consigue un trabajo de escasísimo nivel y mal pagado pero que, por un azar del destino, le permite participar en el famoso concurso televisivo y, lo que es más asombroso, ganarlo.
Cuando me enteré de que esta película la dirigía Danny Boyle en seguida me hice mis propias cábalas; se tratará de algo interesante en su planteamiento, entretenido en su desarrollo y fatalmente resuelto. Al menos así es como habían funcionado las películas del director británico hasta la fecha. Ahí están “28 dias después”, “Sunshine” y, sobretodo, “La playa”. Por si esto fuera poco las primeras críticas que escuché sobre la película la atacaban directamente aunque por otros motivos. Al parecer, Boyle presentaba una imagen idílica de los poblados y suburbios pobres de la India, algo en plan “que pobres somos pero que felices”. Y yo ya me estaba esperando ver un montón de gente bailando a orillas del Ganges con sedas de colores y cantando “del pita pita de” o como demonios se escriba.

Por suerte nada de eso hay en la película (salvo en los créditos finales). Puedo asegurar después de haber visto la película que no entiendo a la gente que llegó a esa conclusión a no ser que haya estado allí y la realidad sea aun más espantosa de lo que ya muestra el film.
Estamos acostumbrados a ver películas que se desarrollan en ambientes parecidos aunque casi siempre en América del sur. Me refiero a “Ciudad de Dios”, a “Rosario Tijeras”, a “Tropa de Elite”, a “La vendedora de rosas” o a “La virgen de los Sicarios”, por mencionar algunas. Todas ellas tienen en común, más allá de la historia que explican, la de mostrarnos una realidad tremenda, la que viven miles de personas cada día, desde que nacen y hasta que mueren, envueltos en la miseria, las drogas baratas y mortales, las armas como juguetes, el hambre, la mendicidad, las agresiones, peleas y altercados constantes, la prostitución infantil, las violaciones, la policía corrupta y brutal,… Ahora, gracias a esta película, sabemos que en la India las cosas no están mucho mejor. Más allá del Taj mahal, del poderío nuclear y de la prolífica industria cinematográfica, se encuentra un país devastado por la miseria, por los niños mendigos o trabajadores, por las escuelas superpobladas y por horrores inenarrables.
Si tal y como había oído, toda esa realidad se hubiera enmascarado a lo Bollywood con canciones, colorido y demás parafernalia, es muy probable que yo mismo me encontrara ahora mismo echando pestes de esta película a la que le tenía ganas por haber arruinado las posibilidades de encumbrar este año a David Fincher, por el que siento una simpatía mayor que por Danny Boyle. Pero no es así. “Slumdog millionaire” muestra una realidad dura y sombría en la que no faltan algunos detalles de humor que son más fruto del patetismo (ese niño cubierto de mierda de arriba abajo en busca de un autógrafo) que de felicidad pero, sobretodo, bastantes momentos de una sordidez y crueldad que cuesta ver en Hollywood y mucho menos recibiendo premios.

La película, que está contada a base de flashbacks a partir del momento en que el protagonista lleva catorce preguntas acertadas y es detenido por la policía al ser sospechoso de estar haciendo trampas, plantea sobre el espectador una cuestión a la manera del propio concurso: ¿cómo es posible que un tipo como este pueda estar a tan solo una pregunta de ganar los veinte millones de rupias a los que otros muchísimo más listos que él ni se han acercado?
Probablemente esta sea el interrogante más intrigante de la película y sobre el que muchos se lanzarán cuestionando su verosimilitud: ¡un pillo sin oficio ni beneficio no puede ganar un concurso de preguntas! ¡pero si ni siquiera fue al colegio! ¿Qué puede saber? Se trata de acabar con toda su desdicha de un plumazo para proporcionar el típico “happy end” a la película, etc,…
La respuesta podríamos encontrarla en la propia versión española del concurso. Recuerdo que, la persona que consiguió los cincuenta millones (no se si ha habido más ganadores) se enfrentó en una de las últimas preguntas a la siguiente cuestión: ¿Qué son los “otentotes”? El concursante se rió ante aquella pregunta y dio la respuesta sin tener que usar ningún comodín. Cuando el presentador, Carlos Sobera, le preguntó como es que sabía la respuesta a algo así (por los estudios que tenía no parecía probable que pudiera conocerla sin recurrir a algún comodín), su explicación fue que conocía la solución gracias a los tebeos de “Mortadelo y Filemón” ya que, en uno de ellos, los conocidos agentes de la TIA deben pronunciar una clave secreta para entrar al cuartel general y dicha clave era: “Esos tíos con bigote tienen cara de Otentotes”. Dicha rima le sirvió para atar cabos y llegar a la respuesta correcta. Aquí podeis ver el momento en que acierta la última pregunta. Y si algo tan casual le permitió conseguir los cincuenta millones… ¿por qué no le iba a pasar lo mismo al protagonista de la película? En definitiva, que ante la pregunta que se le hace al público, la única respuesta posible es:
d) estaba escrito

Tampoco nos llevemos a engaño. Para mí, “Slumdog millionaire” ha sido una sorpresa agradable pero no es sino la película que ha ganado los oscars este año. Como en tantas otras ocasiones, la vida comercial y el recuerdo que dejará en nosotros se desvanecerá poco a poco y dentro de un par de años ni siquiera tendrá cabida dentro de una conversación cinéfila sobre las mejores películas de los últimos tiempos. Su destino es el de “Chicago”, “Traffic” o el de “Crash”. Los mismos premios que las encumbraron las acabaron enterrando. ¿Quién se acuerda hoy de ellas?

domingo, marzo 08, 2009

WATCHMEN; Superhéroes sin glamour



Charlando con un compañero de trabajo acerca del look de “Watchmen” después de haber visto el trailer, ambos coincidimos en que era realmente atractivo pero, al mismo tiempo, que tenía algo raro. Aunque, en efecto, por lo que el trailer enseñaba parecía que estábamos ante una película de superhéroes, también quedaba claro que no era una película de superhéroes cualquiera. Huelga decir que ninguno de los dos habíamos leído el cómic ni sabíamos prácticamente nada sobre la historia que en él se cuenta.
Después de haber visto las dos horas y media de alucinantes y, en ocasiones hasta hipnóticas imágenes, que dura dicho film, puedo certificar que se trata, sin lugar a dudas, de la película sobre superhéroes más peculiar y personal que se ha rodado hasta la fecha. Su especial estilo narrativo, sus personajes y la historia en si, no admiten comparación con ninguna película del género que se haya estrenado en cine o en dvd. Sencillamente "Watchmen" es… distinta.
Esta peculiaridad, o rareza si lo prefieren, le valdrá un buen puñado de críticas (en el sentido negativo de la palabra) y probablemente una corta carrera comercial en nuestros cines pero, a pesar de ello, conseguirá convertirse en una película de culto que, a buen seguro, la situará finalmente entre los mejores ejemplos de traslación de unas viñetas al celuloide. Lo cual no es nuevo para su director, Zack Snyder, pues ya hizo lo propio con la obra gráfica de Frank Miller, “300”.

"Watchmen" se sitúa en un pasado alternativo que se bifurca de la realidad que conocemos aproximadamente en los años treinta. Es entonces cuando, fruto de un aumento de la criminalidad y de la violencia de esos delincuentes, un grupo de policías decide combatir el fuego con el fuego, usando la misma (o más) violencia que los infractores de la ley al amparo de unos disfraces que les convierten en algo parecido a lo que hoy conocemos como superhéroes.
¿Pero lo son realmente? ¿Pueden hacer honor a ese título personajes que no dudan en asesinar a esos delincuentes en lugar de detenerlos? ¿Pueden presentarse orgullosos ante el público y los medios de comunicación quiénes hacen de la tortura la mejor manera de conseguir una pista? ¿Podemos respetar y admirar a una gente que, en pos de hacer (su) justicia acaban provocando el caos y una destrucción sin precedentes?
Los superhéroes de Watchmen carecen de glamour. No son atractivos, ni su comportamiento es admirable. Su ética es más que cuestionable y las relaciones que se establecen entre ellos mismos, en principio miembros de un mismo grupo, están llenas de tiranteces, infidelidades y encontronazos. En realidad, algunos de los superhéroes de Watchmen no son sino supervillanos a los que una sociedad decadente y corrupta ha acabado por convertir en el mejor ejemplo de la justicia, en lo que no es sino una ironía del destino, una broma de mal gusto como bien sabe "El comediante", uno de los integrantes mas deleznables del grupo, que siempre luce en la solapa una chapa con una carita sonriente (un acid).

En el pasado alternativo de "Watchmen", los Estados Unidos han vencido en la guerra de Vietnam, Nixon ha sido reelegido tres veces presidente del país y la guerra fría con Rusia (con Cuba como aliada) está en su punto más álgido, con desplazamiento de tropas a las fronteras y misiles nucleares a punto de ser disparados. En este mundo caótico y paranoico un accidente tecnológico ha provocado la muerte y el renacer de un superhombre, que ha sido rebautizado como Dr. Manhattan y, cuyo advenimiento, es en gran medida el responsable del cambio en el curso de la historia tal y como la conocemos. Este ser, que maneja el tiempo (puede ver el futuro y el pasado) y el espacio (puede teletransportar personas, objetos o a si mismo a cualquier rincón del universo), que modifica la materia a voluntad y que además goza de una inteligencia privilegiada, es utilizado por el gobierno como un arma.
En lo que podría interpretarse como una parodia de acontecimientos mucho más recientes, este arma estadounidense acabará por provocar una gran masacre en territorio propio y, con ella, el nacimiento de una nueva era para el país y para el mundo.

Las lecturas de “Watchmen” tanto a nivel político como social son numerosas y cada espectador tendrá su propia opinión sobre lo que subyace bajo el espectáculo que nos sirve su responsable. Cualquier comentario a la salida del cine es posible después de verla salvo... “ha estado entretenida”.
"Watchmen" no es "300", ni Batman, ni nada por el estilo. Las dos horas y media de película pesan y el ritmo no está lo bastante ajustado como para que no haya momentos de cierto tedio. Si a ello le suamamos el concepto de “multiprotagonista” que ralentiza aún más la progresión de la historia en beneficio de ahondar en el historial de cada uno de los personajes (auténtica razón de ser del film), tenemos ante nosotros un film de difícil visionado, que acabará rápidamente con las expectativas de quiénes andaran buscando un simple espectáculo pirotécnico a lo "Transformers". Fans de "Hulk" y de "Spiderman", ahorráos vuestro dinero.

En el apartado técnico destacan los ticks de Snyder que comienzan a ser ya marca de fábrica; violencia exacerbada con mutilaciones incluídas en primer plano, salpicaduras y chorros de sangre, miembros humanos fuera de sitio, secuencias de lucha y acción montadas en una alternancia de cámaras lentas y rápidas, unas gotitas de sexo más o menos explícito,…

La conclusión que he extraído ante todo lo visto se resume en la inscripción grabada en el pedestal de una estatua que aparece en el escenario en el que tiene lugar el desenlace de la película, y que no es sino la cita de unos famosos versos del poeta Percy B. Shelley:

“Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
Contemplad mis obras, oh poderosos, y abandonad la esperanza!”


Somos insignificantes en el universo y nuestra existencia no es sino una broma de mal gusto. Así que… ¿por qué no sonreir?